Cuando hablamos de cambio climático generalmente tendemos a generalizar. Y nos encontramos con análisis que pecan de superficialidad en el abordaje de los impactos sobre la biodiversidad, los ecosistemas o sobre nuestra propia salud. Pero estos efectos no son siempre los mismos y tampoco afectan igual a todas las personas. Hoy nos toca hablar de derechos humanos.
Porque este análisis sobre las consecuencias climáticas podemos enfocarlo en los impactos que provoca en los colectivos vulnerables y observar así cómo distan mucho entre los diferentes sectores de población. ¿Cómo afecta el cambio climático a las personas con discapacidad -uno de los colectivos más vulnerables ante el calentamiento global, según específica la ONU-?
Desigualdades y nuevas barreras climáticas
Vamos a soltar algo evidente: A pesar de estar a menudo invisibilizadas, o quizá por eso mismo, las personas con diversidad funcional se van a encontrar en una posición de mayor riesgo cuando se enfrenten a fenómenos extremos, como olas de calor, inundaciones o incendios forestales. Las nuevas barreras ambientales se suman a las numerosas dificultades a las que se enfrenta este colectivo a diario. Tanto es así que “se prevé que para 2050 unos 18 millones de personas con discapacidad se vean desplazadas por fenómenos climáticos”.
Barreras físicas y sensoriales
A las barreras habituales, las personas con movilidad reducida o discapacidades sensoriales encuentran nuevos obstáculos físicos, por ejemplo, durante las evacuaciones en situación de emergencia. Imagina esta escena: un corte de energía en un edificio que provoca significar la pérdida de equipos médicos vitales o ascensores, ¿cómo se evacúa a una persona con movilidad reducida que vive en uno de los pisos más altos?
Impactos específicos en la vida diaria
El cambio climático también afecta a rutinas básicas de nuestro día a día, o al propio estado físico y mental de las personas con diversidad funcional. Ocurre con las altas temperaturas, que pueden llegar a agravar ciertas condiciones médicas o, incluso, a interferir en el uso de prótesis o sillas de ruedas en personas con discapacidad física, pues su funcionamiento y comodidad pueden verse comprometidos por el calor. A ello se suman los altos niveles de contaminación del aire o la expansión de plagas o enfermedades respiratorias, que pueden impactar especialmente a personas con sistemas inmunológicos comprometidos o enfermedades crónicas, empeorando enfermedades existentes como el asma, la artritis o problemas neurológicos.
Pero, además, su propio entorno puede verse alterado ante nuevos escenarios climáticos adversos, lo que supone riesgos para la movilidad diaria o el uso de transporte público. Una vez más, los cuidados amenazados. Por ello, son tan importantes y necesarios todos los avances que se están ejecutando para lograr espacios urbanos más resilientes frente al cambio climático.
Sin inclusión, el impacto en la calidad de vida
Este no es un tema menor. El aislamiento asociado a estos nuevos escenarios ambientales puede afectar de forma directa a la inclusión social y participación de las personas con discapacidad en la vida comunitaria. ¿Qué implica esto? No sólo su mayor aislamiento sino también una seria y directa afectación sobre su salud mental.
¿Qué podemos hacer ante los desafíos del cambio climático?
No cabe duda de que la respuesta en forma de política pública debe estar a la altura de estas circunstancias. De hecho, el Comité Español Representante de Personas con Discapacidad (Cermi) ya señaló el pasado año la necesidad de que las políticas públicas estén ligadas a la Convención y al ODS 13 («Acción por el Clima») de la Agenda 2030 de Naciones Unidas.
La respuesta de las políticas públicas inclusivas
Los colectivos vulnerables, entre ellos las personas con discapacidad, y sus circunstancias asociadas, deben estar incluidas en toda definición de cualquier plan para hacer frente al cambio climático. Hablamos de medidas de mitigación que se definan desde un enfoque integrador e inclusivo, pero también de ayudas muy concretas, destinadas, por ejemplo, a mejorar la eficiencia energética o aislamiento de las viviendas o a incrementar los recursos disponibles en zonas rurales. ¿Se ha cumplido hasta el momento? Es una pregunta sobre la que, desde luego, se debe profundizar.
El apoyo a la labor de las ONG
Y en ese camino hacia la inclusión climática, el papel de las entidades sin ánimo de lucro u ONG va a ser fundamental. Más recursos y facilidades para llegar a donde los gobiernos no alcanzan, para seguir de cerca a las personas que necesitan un mayor apoyo e incentivos para adaptarse a las nuevas condiciones climáticas. La presencia, además, en los foros internacionales que debaten y determinan políticas deberán contar con su voz y su presencia.
Algunas propuestas para la adaptación climática de personas con discapacidad
A lo largo del artículo hemos ido desgranando pinceladas de propuestas que deben abordarse para facilitar la adaptación climática de las personas con discapacidad
Por un lado, hablamos de ciudades “del futuro”, es decir, que sitúen la resiliencia, inclusión y accesibilidad como prioridad, con sistemas de transporte adaptados, sensores ambientales accesibles o viviendas eficientes energéticamente. Por otro lado, y no menos necesario, está la urgencia de sensibilizar a nivel social y de capacitar a profesionales para dar respuesta en situaciones de emergencia. Igualmente, el refuerzo de servicios sociales y de las redes comunitarias ayudarán a detectar situaciones de riesgo y organizar respuestas inclusivas y solidarias.
Está claro que el cambio climático debemos entenderlo como un nuevo reto que asumir y que enfrentar y para ello, lo prioritario, como siempre, es no dejar a nadie atrás. De todos/as nosotros/as depende. También de empresas y entidades que entienden que es necesario avanzar hacia modelos de negocio más sostenibles y socialmente positivos. Si es tu caso y necesitas ayuda para impulsar procesos más inclusivos y eficientes, escríbenos.